El sol calienta. Siente el calor de las balas. Las FARC tomaron el control de varios territorios de la región después de su Octava Conferencia, en la que también tomaron la decisión de ganar recursos a través de impuestos a la producción y comercialización de coca. Para ello, sometieron a indígenas y campesinos, y favorecieron a los colonos dueños de los cultivos. El sol puede ser cruel, pero él mismo se asombró al ver cómo caían líderes indígenas y campesinos por las balas de las FARC. El sol puso sus ojos en Marta Payoguaje, una mujer líder del pueblo siona, que escuchó cómo en Puerto Guzmán, en 1991, el Frente 32 presentó un manual de convivencia que desterraba a familiares de policías y militares y limitaba el uso de la tierra. Ella se sintió indignada porque para su pueblo el territorio representa la vida. Sin embargo, no pudo hacer otra cosa que morderse la lengua. Era difícil enfrentarlos porque llegaron a controlar los recursos de su comunidad.
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El sol sabe, así como supo Marta, del asesinato de líderes muy importantes para el pueblo inga a manos de las FARC. También supo que, años después, en 1997, las FARC desplazaron a toda la comunidad inga del resguardo Albania en Villagarzón. Marta también supo que asesinaron a varios líderes korebajú. Marta deseó tener el valor de los pueblos piapoco y puinave, que defendieron su autoridad a punta de lanzas y flechas. El sol observa. También vio a quienes fueron derribados con disparos en Caquetá: varios de ellos eran alcaldes, gobernadores o concejales que no lograron terminar su labor. El sol también observó las tomas que llevaron a cabo las FARC en municipios de Putumayo como San Francisco, Santiago, Las Delicias y Churuyaco. Esta estrategia la repitieron en Miraflores en el Guaviare, El Billar en Caquetá y en Santa Sofía y Zaragoza en el Amazonas.
El sol también puede ver a Manuel. Vivió en Mitú y tenía 10 años. El 31 de octubre del 98 se disfrazó para pedir dulces. La madrugada del primero de noviembre, cuenta la luna, Manuel escuchó voces y estallidos: cerca de 1.500 guerrilleros del Bloque Oriental de las FARC llegaron a tomarse la capital del municipio, en la llamada Operación Marquetalia. Los sonidos que Manuel escuchó fueron los de las pipetas llenas de dinamita que estallaron. Aunque su madre lo abrazó y junto con su hermana se escondieron bajo una cama, él vio por la ventana: quienes estaban disparando eran compañeros de su colegio y de otras instituciones: del Colegio José Eustasio Rivera, del Comercial Nocturno y del Internado María Reina. Las FARC los habían reclutado antes. El sol también puede llorar. Lloró cuando vio que Manuel volvió a esconderse bajo su cama tan solo 3 días después de la toma de las FARC. El 3 de noviembre el Gobierno y las Fuerzas Armadas iniciaron la operación Vuelo del Ángel. Los disparos llegaron del cielo. El sol recuerda. Años después, la madre de Manuel hablaba de los enfrentamientos entre la Fuerza Pública y el Frente Primero de las FARC. Decía que hasta las comunidades indígenas aledañas habían sido afectadas por las balas y las minas antipersonas. El sol confirmó esta noticia. El sol está aunque no lo veamos. Vio la desmilitarización de la zona de despeje y el control por parte de las FARC, que creó el Frente Amazonas para andar hacia el sur del país. El sol ya lo ha visto todo. Vio a Mercedes, una joven de Mitú que estudiaba en el mismo colegio que Manuel. Ella había decidido irse porque creía que allí no tenía futuro y que la guerrilla le ofrecía más oportunidades. Mercedes tenía 14 años y le ofrecieron cocinar para los raspachines de los cocales. El sol vio cuando un militante de las FARC de 30 años se enamoró de ella: la obligó a quedarse con él y ella tuvo que aceptar, porque sabía que no podía ser un “mal ingreso”.
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Guillermo Ariza cuenta cómo era Mitú antes de la Toma
Contenido cualificado que amplía la temática.
Mitú, 22 años después
Caso 77 / LA VERDAD DE LAS GENTES DE LA SELVA, EL RÍO Y LAS CACHIVERAS - La Guerra Desconocida De Mitú -
Al sol se le nubla la mirada. Sin embargo, vio cómo se endureció el control del narcotráfico y de los cultivos de coca en el Gobierno de Ernesto Samper, que ordenó las operaciones Resplandor, Conquista y Comején, por culpa de las cuales llegó el glifosato al Guaviare, al Putumayo y al Caquetá. Ese mismo glifosato llevó a la pobreza a varios campesinos que contaban con esos cultivos como único ingreso. El sol observó a la gente cuando empezó a exigir garantías al Gobierno. En 1996, los campesinos de estos departamentos salieron a la calle en las Marchas Cocaleras para reclamar agua potable, electricidad y buenas vías de acceso.
El sol está atento. Escuchó, desde lo alto, a miembros de las FARC obligando a algunos campesinos a salir a las marchas. El sol detalló a las AUC cuando llegaron en 1996 a la región con el propósito de tomarse la Amazonía occidental para, según ellos, contrarrestar el poder que tenían las FARC. El sol supo que los narcos también tuvieron que ver con esta llegada, pues buscaban protección ante las presiones y extorsiones de la guerrilla. El sol escuchó la alegría de los campesinos por haber logrado el Pacto de Orito, pero también sintió el miedo que causó la estigmatización que siguió a las marchas. En 1998, el Frente Sur Putumayo de las AUC llegó al Putumayo. El sol se sorprende. Aunque tuvo que ver mucha sangre, se sorprendió con la ola de violencia que se desató en el Putumayo tras la llegada de las AUC: el 9 de enero de 1999 cometieron la masacre de El Tigre en connivencia con la Brigada 24 del Ejército. El 7 de noviembre del mismo año cometieron las masacres de El Placer, del Valle de Guamuez y de La Dorada. Llenos de miedo, los habitantes decían: “Ellos piensan que somos guerrilleros” o “¡Están yendo al Vergel y a La Hormiga!”. El sol también vio que en 2002 los paramilitares llegaron a los cascos urbanos del Alto Putumayo. Allí estigmatizaron a la población, se enfrentaron con otros grupos paramilitares, reclutaron población indígena y violentaron a mujeres nükak y kichwa. El sol es luz y esa luz se reflejó en los ojos de los habitantes del sur del Caquetá, adonde llegó, en 1997, el Frente Sur de los Andaquíes de las AUC. Luego todo empezó a oscurecerse con masacres como las de Valparaíso en 1998 y 2001. También entraron a Puerto Torres en 2000 y allí instalaron una escuela de tortura y entrenamiento. Sabe la luz del sol que en 2002 el bloque Central Bolívar también estuvo en esta región y en Belén de los Andaquíes. Allí desplazó a 1.550 personas para convertir el territorio en un centro de transporte de cocaína. También vio al Bloque Centauros asesinar a 11 personas en San José del Guaviare, luego de las terribles masacres que ya había perpetrado en Caño Jabón y Mapiripán.
El sol de la Amazonía Oriental también brilla. Vio cómo las FARC iban ocupando cada vez más espacio en Vaupés y Guainía. Observó a Mercedes caminando con botas de plástico por la selva. Escuchó a la Fuerza de Despliegue Rápido –FUDRA– entrar a los territorios selváticos de Vichada. Eran más de 3.000 y llegaron diciendo Gato Negro. Así se llamó esa operación, que duró 70 días, y cuyo objetivo era buscar al comandante del frente 16 de las FARC, alias Negro Acacio. No se capturó a Acacio, pero 19 miembros de las FARC fueron abatidos y 29 más capturados. Mercedes resultó muy herida, sintió el calor del sol entrando por su piel cuando recibió el disparo.
El sol siempre vuelve a brillar. Y brilló más fuerte cuando pudo iluminar organizaciones campesinas como Acsomayo, de Puerto Asís, en 2001, y Fundaprogreso, de Jardines de Sucumbíos, en 2002. De a poco, como sabe el sol, nuevas cosas vuelven a crecer; por eso, aunque temió por estas comunidades, que tenían en su contra a las FARC, a las AUC y a la Fuerza Pública, pudo conocer el verdadero calor de las resistencias.
De región olvidada, la Amazonía pasó a ser objeto de inmigración y colonización. Primero llegaron por la quina, después por el caucho, luego por el petróleo. Los indígenas fueron esclavizados; su cultura, violentada; la selva, deforestada. Ir al capítulo
La reforma agraria de los 60 impulsó la llegada a la Amazonía de campesinos sin tierra. El Estado también fomentó megaproyectos petroleros. La presencia militar aumentó. Ello afectó el entorno natural y la cultura de los habitantes originarios. Ir al capítulo
El de Chicoral fue un pacto con un impacto nefasto para los campesinos de la región. Los paros y manifestaciones fueron reprimidos bajo el amparo del estado de sitio y del Estatuto de Seguridad. Muchos no vieron otra salida que cultivar coca. Ir al capítulo
A comienzos de los 80, guerrilleros y narcotraficantes se extendieron por ríos y selva. Pulularon las bases militares. La población quedó atrapada entre la violencia. Pero en 1988 se abrió una flor: el resguardo indígena Predio Putumayo. Ir al capítulo
Durante los 90, campesinos e indígenas sufrieron la embestida de todos los actores del conflicto. Las Farc crecieron con el despeje del Caguán. Empezó a llover glifosato. La comunidad resitió con las marchas cocaleras y creando nuevas asociaciones. Ir al capítulo
Al terminar la zona de despeje y llegar la Seguridad Democrática, las FF. AA. arreciaron su acción y debilitaron a las Farc. En medio del fuego, campesinos, afros e indígenas reforzaron su organización, en especial tras la demovilización de las AUC. Ir al capítulo
El Acuerdo de Paz con las Farc abrió esperanzas en la Amazonía con iniciativas como los ETCR y los PNIS. Sin embargo, atraídos por el narcotráfico y la minería ilegal, irrumpieron disidencias de las Farc y nuevos grupos paramilitares. Ir al capítulo
SIN INTRO Ir al capítulo