El desplazamiento forzado se convirtió en el rostro tangible del conflicto armado que por esta vía llegó a las ciudades. El desplazamiento fue una respuesta de las víctimas a las acciones perpetradas de manera directa contra la población, pero también una estrategia de diversos actores armados para controlar territorios geoestratégicos. La llegada de campesinos a grandes centros urbanos, donde pedían ayuda en las esquinas de los semáforos con carteles que decían «soy desplazado», fue quizás lo que con mayor fuerza llamó la atención. Así, más que los lugares de expulsión, lo que hizo inevitable el reconocimiento de esta población fueron los lugares de recepción. Todos los departamentos del país, incluido el Archipiélago de San Andrés y Providencia, recibieron desplazados.