El General Fredy Padilla de León, Comandante General de las Fuerzas Armadas, dijo en 2008 que la guerra estaba cerca del «fin del fin». La ventaja estratégica de las fuerzas del Estado contra las guerrillas, en particular contra las FARC-EP, era evidente. No significaba que la insurgencia estuviera derrotada, pero sí que era necesario diseñar cómo sería el fin del conflicto. El presidente Álvaro Uribe tenía una percepción diferente: «la culebra todavía está viva», dijo, y construyó los argumentos para aspirar a la segunda reelección. Al mismo tiempo, exploraba de manera confidencial acercamientos con las FARC-EP para entablar conversaciones, pero en abril del mismo año estas rechazaron la idea.
Un excombatiente guerrillero, líder del equipo negociador de las FARC-EP en La Habana, dijo a la Comisión de la Verdad que: «Después del 2002, Plan Patriota y todo eso se empieza a ver una degradación de la guerra, en medio de esa intensidad de la guerra y la degradación de la guerra se empieza a dar un cansancio de la gente, porque empieza a ser muy afectada la población civil, muy afectada por una u otra razón. Cuando Álvaro Uribe dice “bueno, vamos a reunirnos para establecer el diálogo”, faltando tres, cuatro meses para terminar su gobierno pues a las FARC les toca decir "no es que no queramos, sino es que no alcanzamos, ¿quién nos garantiza que eso va a seguir? entonces para qué empezamos a hacer algo que no vamos a poder terminar». (Entrevista 311-PR03101. Hombre, excombatiente, miembro del equipo negociador de FARC)
En febrero de 2010 la Corte Constitucional le cerró las puertas a otra reelección de Uribe con el argumento de fondo de que habría una ruptura del equilibrio de poderes y por argumentos sobre vicios en el trámite, algunos de los cuales fueron tejidos adrede por sectores políticos, como el partido Cambio Radical, que aspiraban a ganar la Presidencia en las elecciones de ese año. Este era el epílogo de un largo enfrentamiento entre Uribe y las Cortes, a propósito de las investigaciones por parapolítica y por casos de corrupción durante su gobierno.
Según las encuestas de entonces, el presidente mantuvo altos índices de popularidad durante sus ocho años en el poder. Estaba claro que el capital político de Uribe elegiría al sucesor que él eligiera para cuidar su legado, al que él mismo llamó «tres huevitos»: seguridad, confianza inversionista y cohesión social. Según los informes periodísticos de la época, su preferencia se inclinaba hacia Andrés Felipe Arias, su ministro de Agricultura. Pero este tuvo que someterse a una consulta presidencial dentro del Partido Conservador en la que fue derrotado por Noemí Sanín.