Para finales de la década de los setenta, las guerrillas estaban comprando armas para la insurrección y la Fuerza Pública perseguía a activistas y militantes para evitar una revolución como la que acababa de triunfar en Nicaragua. Mientras tanto, un nuevo poder emergía de las sombras de la ilegalidad: el narcotráfico.
El narcotráfico, que comenzó a cobrar protagonismo en el país, ya se conocía en Latinoamérica desde décadas atrás. Se tiene noticia de que desde la primera mitad del siglo XX ya había un circuito de producción y venta de cocaína desde Perú, Bolivia, Argentina, Ecuador, Chile, Cuba y México hacia Estados Unidos y Europa. Pero fue Colombia el que terminó convirtiéndose en el principal protagonista en este negocio. Esto se debió a que, a diferencia de otros casos en el continente, en Colombia confluyeron una variedad de factores medioambientales, políticos, sociales y culturales que permitieron la consolidación y expansión del narcotráfico. Además, diferentes hechos frenaron esta economía ilegal en otras partes del continente. Por ejemplo, en 1959, la Revolución cubana fue un golpe para el narcotráfico en la isla. Lo mismo sucedió en Chile en 1973, con el golpe de Estado del general Augusto Pinochet, y en otras coyunturas políticas y sociales en Argentina, Brasil, Perú y Ecuador .
Colombia reunía condiciones óptimas para toda la escala de producción del narcotráfico: primero, tierras baldías habitadas por campesinos sin oportunidades en el mercado, quienes encontraron en la marihuana, la coca y la amapola (dependiendo de la región) mejores ingresos que con otros cultivos; segundo, territorios que por el modelo de desarrollo no estaban integrados ni tenían presencia efectiva y/o legítima del Estado; tercero, una dinámica de ilegalidad en estas regiones que trazaron a lo largo del tiempo rutas de contrabando y otras actividades ilícitas; y cuarto, la crisis social y económica que se vivió en la década, que lanzó a la informalidad a miles de personas que vivían del «rebusque».
A mediados de los años setenta, en las páginas judiciales se colaban noticias como la del 9 de junio de 1976, cuando dos agentes del DAS retuvieron en Pasto, Nariño, un camión que transportaba en sus llantas 39 libras de cocaína. Los detectives capturaron a los dueños del cargamento: se trataba de Pablo Escobar Gaviria, su primo y su cuñado, quienes fueron reseñados y enviados a la cárcel. Una semana después, los agentes del DAS fueron asesinados. Y en menos de dos meses los abogados de Escobar los habían sacado de la cárcel. El expediente había desaparecido.