Para cuando el liberal Virgilio Barco (1986-1990) llegó a la Presidencia no solo había violencia en varios frentes sino que estaba en curso el mayor proceso de democratización del país: la descentralización política y fiscal.
Hacía doce años había terminado el Frente Nacional, pero en la práctica este había continuado. Afuera de los recintos del Gobierno central, en las calles y regiones, un país reclamaba apertura democrática. Las guerrillas empujaban a sus bases sociales a la protesta, convencidas de que los hechos del Palacio de Justicia y la guerra con el narcotráfico estaban precipitando una crisis del régimen que les daba una oportunidad para la toma del poder. Al mismo tiempo, el Partido Liberal vivía un proceso de fragmentación y el Conservador perdió influencia, y ninguno de los dos estaba realmente conectado con los cambios que pedían las clases bajas y medias.