Para mediados de los noventa la vida de quienes habitaban en Guaviare, Putumayo, Caquetá, buena parte del Meta, Catatumbo y la Bota Caucana, giraba en torno a los cultivos de coca. Esta era moneda de cambio: con ella se compraba el mercado, se pagaba el transporte. Detrás de esta economía no solo estaban la guerrilla o los narcos, sino una población de alrededor de un millón de personas: cultivadores, raspadores, cocineros, entre otros.