La lucha por la democratización del país, que en los años ochenta convocó a fuerzas disímiles (políticos, movimientos sociales, insurgencia), se hizo en medio de una brutal violencia.
El narcotráfico cambió el conflicto armado interno. La violencia en este periodo (1958-1977) estuvo dirigida especialmente contra los civiles, la mayoría campesinos y militantes de grupos sociales y políticos que enarbolaban banderas de justicia social, derechos humanos, espacio para la oposición política y, en menor medida, militantes de las insurgencias.