Un aspecto que suelen destacar algunas víctimas en la implementación de la Ley de Víctimas tiene que ver con sentirse reconocidas como sujetos portadores de palabra. Este reconocimiento les ha posibilitado nombrarse, nombrar al conflicto y sus realidades, tender puentes con los actores armados en la exigencia de no repetición y fortalecer los liderazgos de víctimas en el camino de la exigibilidad de garantías para sus derechos ante las instituciones. Así, la víctima deja de ser un actor social pasivo.