Ernesto Samper, que había defendido la legalización de la marihuana, que en el pasado se había reunido con el Cartel de Medellín y cuya campaña había recibido dineros del Cartel de Cali, les dio a las fumigaciones con glifosato el impulso que exigían los Estados Unidos. Inició una campaña contra los insumos para la transformación de la coca en cocaína (gasolina, cemento, éter, etc) y envió a los militares a misiones antinarcóticos en lo profundo de la selva.
Tres décadas después, hay abundante evidencia que demuestra que ninguno de los argumentos con los que fueron aprobadas las fumigaciones es completamente cierto y, en todo caso, esta estrategia no ha frenado los cultivos ni el narcotráfico. En cambio, la fumigación ha generado una gran ruptura entre el Estado y las comunidades, dejando un abismo de desconfianzas mutuas que no ha podido ser reparado hasta en los tiempos en los que se escribe este informe; ha extendido los cultivos a regiones donde antes no existían y, en el largo plazo, ha tendido una cortina de humo sobre la profundidad del problema del narcotráfico en Colombia.
Crédito de la imagen: Parga, Jorge. Sin fecha, sin código, sin título. El Tiempo. Todos los derechos reservados. Copyright. CASA EDITORIAL EL TIEMPO S.A. Autor Jorge Parga.