La manera como gobernaron los liberales durante los años treinta, sin darles participación a los conservadores, fue radicalizando progresivamente los discursos de estos últimos, en un ambiente internacional donde la ideología de ultraderecha tenía audiencia y el anticomunismo arraigo. Si bien en Bogotá los partidos mantenían las formas, en medio de una gran polarización política, en las regiones los episodios de violencia pasaron de ser esporádicos a reiterados.