Como respuesta al fracaso del referendo, el Congreso presentó una reforma política que buscó reordenar la fragmentación partidista. La Constitución de 1991, en su afán por debilitar el bipartidismo, rebajó al mínimo las condiciones para formar nuevos partidos y movimientos políticos, lo cual produjo una gran fragmentación de los partidos y exacerbó su localismo. Aproximadamente, el 60% de los miembros de la Cámara de Representantes elegidos en 2002 pertenecían a agrupaciones con dos o menos representantes, un escenario donde los dineros del narcotráfico y sus operadores políticos pudieron actuar con solvencia.
En medio de ese esfuerzo por superar la fragmentación, se creó un bloque de izquierda democrática que había cortado amarras con la lucha armada. Paradójicamente, el hito que representa la emergencia de ese cambio en el poder fue la elección como alcalde de Bogotá de Luis Eduardo Garzón, expresidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), exmilitante del Partido Comunista y dirigente del Polo Democrático Independiente. Garzón fue elegido justo el mismo día en que se hundía el referendo convocado por el presidente. El Polo Democrático Independiente, junto a una parte del Partido Liberal, fueron los principales opositores de Uribe.
La conformación de este bloque de izquierda significó en el campo político un golpe para las guerrillas que aún se encontraban en armas, dado que mostraba que no era necesario cercar militarmente a las ciudades ni generar un baño de sangre para que la izquierda llegara al poder. De manera paulatina, a lo largo de las siguientes dos décadas, las izquierdas se constituyeron en bancadas de oposición que se incrementaron con el tiempo y han ido poco a poco convirtiendo a Colombia en un país donde las izquierdas y las derechas se disputan narrativas, votos, influencia en el Congreso y demás espacios de la democracia.