Para 2002 y en solo cuatro años, las FARC habían crecido un 150%, el ELN un 94%, las autodefensas un 273% y el reclutamiento de menores estaba en su punto más alto. Las FARC-EP tenía frentes rodeando Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena, entre otras. Los secuestros masivos, la quema de camiones y los retenes habían paralizado a parte de estas ciudades, con graves impactos en la economía. La promesa de devolverle la seguridad al país le sirvió a Álvaro Uribe para constituir un amplio consenso en torno a la guerra que se expresó incluso en que las personas con mayor patrimonio pagaron el impuesto al patrimonio, destinado al esfuerzo militar, por el cual se recaudaron a lo largo de sus gobiernos 800 millones de dólares. También encajó perfectamente en la nueva agenda antiterrorista de Estados Unidos, ahora en cabeza de George Bush hijo, cuyo apoyo a través del Plan Colombia ya lo había dejado andando Andrés Pastrana.