La misión Yarborough concluyó que era «necesario formar, apoyar y entrenar fuerzas contrainsurgentes, por las falencias del Ejército»(Vega Cantor, «La dimensión internacional del conflicto social y armado en Colombia», 33).
Esta doctrina estableció la noción del «enemigo interno» como un estigma contra los opositores, bajo el argumento de que tras sus actuaciones estaban los tentáculos del comunismo internacional. Bajo esta línea se establecieron sistemas de propaganda, guerra psicológica, reestructuración de las Fuerzas y lo más riesgoso de todo: el entrenamiento de civiles como apoyo a los militares en la guerra.