Colombia fue el único país de América Latina que aceptó participar en la guerra de Corea, en parte porque ya actuaba bajo los lineamientos que Estados Unidos dictaba en materia de seguridad. Entre 1951 y 1954, el gobierno colombiano envió un batallón de infantería y tres fragatas, en total unos 4.750 soldados a este conflicto lejano. Corea marcó profundamente a los militares colombianos no solo porque modernizó sus concepciones tácticas y estratégicas, contribuyó a su profesionalización y, por tanto, a su distanciamiento de la política, al tiempo que los inscribió en la doctrina anticomunista.