La corona española comenzó a otorgar licencias comerciales para que personas, familias y la monarquía española pudieran traficar esclavos africanos en el continente americano. Este comercio basado en el cautiverio de personas fue legitimado jurídicamente por la corona mediante la creación de un nuevo tipo de contrato: el asiento de negros. En él, el asentista se comprometía a provisionar a las Indias Occidentales con un número determinado de esclavos por año, y a cambio se podía beneficiar del monopolio.
El comercio esclavista de los pueblos africanos fue una empresa transnacional desarrollada principalmente por España, Portugal, Gran Bretaña, Francia y Holanda. Se estima que entre 1595 y 1640 los portugueses introdujeron entre 250.000 y 300.000 hombres y mujeres africanas, y que entre 1740 y 1810 Cartagena recibió alrededor de 15.176 esclavos.
El servicio doméstico, la minería y la hacienda esclavista eran los principales trabajos desarrollados por la mano de obra esclavizada de nuestros pueblos Negros, Afro, Raizal y Palenqueros, y fuentes primordiales de ganancias económicas en el periodo de la colonia.