En enero de 1989, Carlos Pizarro se reunió con el consejero presidencial de Paz, Rafael Pardo, con miras a establecer unas nuevas negociaciones de paz. Aunque se intentó acercar a las demás guerrillas agrupadas en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, se trató de una negociación en solitario.
Según Antonio Navarro, éste paso obedeció a cinco razones: primero, el impacto de la toma del Palacio de Justicia en la imagen del M-19: había que reconectarse con el país a través de una estrategia de paz; segundo, la conciencia sobre la inviabilidad de la lucha armada; tercero, la dirección del M-19 había tomado consciencia del impacto negativo de la violencia en la construcción de un polo progresista y la movilización social; cuarto, el impacto de la tercera ola de democratización en América Latina; y quinto, el cambio en la orientación de la URSS, la caída del muro de Berlín y de los regímenes comunistas en Europa oriental.
Las conversaciones se daban al borde de la violencia narcotraficante y paramilitar. Estaba en curso el genocidio contra la UP y muchos periodistas y personalidades habían tenido que salir al exilio.