«Era una competencia absurda, porque yo soy el comandante de un batallón y usted es el comandante de otro, entonces usted mañana dio 40 bajas, entonces el general que está allá dice: "mire, este man lleva 40 y usted lleva 38", entonces al día siguiente yo llevaba 42 y usted llevaba las 40, entonces ahí iban pasando los días, creando esa mala competencia y matando hijos de otro» (Entrevista 084-PR-00332. Hombre, exmilitar).
Alrededor de las bajas se fomentó una suerte de ambiente competitivo entre los uniformados y entre las brigadas y batallones. Esto se hacía a través de rankings y programas radiales. Así, el número de bajas aportadas por un soldado o una brigada no sólo era sinónimo de bonificaciones, sino también de prestigio. La honorabilidad militar y el prestigio al interior de la institución eran determinados por los resultados operacionales. Las bajas enaltecían a los militares y fortalecían valores como el heroísmo, el sacrificio y la hombría, usualmente manejados en un contexto de guerra. Las cifras de bajas al enemigo se constituían, entonces, en un símbolo de status para los uniformados.
«La presión se empezó a poner cada vez más dura, hasta un nivel que nos contaban los días que llevábamos sin combatir, en el centro de operaciones táctico, existía un tablero en el cual se llevaban las estadísticas de las compañías donde se sumaban los muertos y se contabilizaban los días que llevábamos sin combates y sin muertos» (Procuraduría General de la Nación, «Diligencia de queja suscrita por el señor Edgar Iván Flórez Maestre», 15 de diciembre de 2009 (En Informe 119-CI-00323, Corporación Jurídica Yira Castro (CJYC) et al., «Ni descuidos ni manzanas podridas», 2020, 10).