En virtud del miedo al comunismo, el Gobierno tildó de comunistas las expresiones de descontento, incluso las que buscaban que las multinacionales cumplieran con la ley colombiana, como ocurrió en las huelgas del petróleo y el banano de 1927 y 1928. Se impuso la cárcel y el cepo para quienes promovían protestas. A los líderes de las ligas agrarias se les detenía, golpeaba o desterraba, y si eran extranjeros se les expulsaba.
Crédito de la imagen: Universidad de Toronto. Circa 1928