El proyecto colonial utilizó similares estrategias en ambos lados del Atlántico contra aquellos pueblos considerados diferentes, buscando homogeneizar la población bajo un proyecto político monocultural.
En 1749, por orden de Fernando VI se lleva a cabo lo que se conoce como la Gran Redada, un operativo en que se estima que se detuvieron hasta 12.000 personas del Pueblo Rrom para ser enviados a trabajos forzados y cárceles. En 1783, Carlos III adoptará una política asimilacionista que permitía a los gitanos elegir sus oficios y sus sitios de residencia, pero que los obligaba a renunciar a su lengua y prácticas culturales. A esto se sumarían acusaciones contra ellos de ladrones, hechiceros y delincuentes, consolidándose estereotipos que permanecen a nuestros días.
De manera clandestina grupos familiares gitanos continuaron entrando a América huyendo de las persecuciones en Europa. Llegamos al territorio colombiano a través de los puertos en el Caribe como Santa Marta, Cartagena y Riohacha, para encontrarnos con el mismo sistema político hispánico que buscaba perseguirnos y esclavizarnos. Muchos huyeron hacia zonas libres llamadas Rochelas, que sirvieron como refugio para gitanos, negros, zambos y cualquiera que necesitara escapar del poder colonial. Arrochelarse le posibilitó al Pueblo Rrom ser invisible al poder estatal, y mantener su libertad y costumbres.