Aunque en las negociaciones de paz de La Habana se reconoció que el narcotráfico se articuló con los actores de la guerra, este nudo lejos de resolverse sigue creciendo. El Acuerdo de paz de 2016 es novedoso en su enfoque frente a este problema pues no recae toda la responsabilidad en el campesino cultivador y se buscan fórmulas de sustitución y desarrollo territorial.
No obstante, el problema de las drogas se sigue tratando bajo la lectura de la criminalización aplicada por Washington, lo cual ha conducido a una serie de taras institucionales que no se han podido superar en el tratamiento del fenómeno de siembra, producción, transformación y transporte de la economía cocalera y cocainera.