"Con mi papá siempre lo habíamos hablado, es indispensable para cualquier periodista leerse El Quijote así que con todo el amor me lo regaló y me lo entregó como su herencia. El libro no se separaba de mí [...]. A fines de 2006, año en el que había vuelto a la cárcel por segunda vez como víctima de ese mismo falso positivo judicial y cuando el viaje al exilio era el único camino, “el ingenioso hidalgo Don Quijote De la Mancha” fue lo primero que mi padre me pidió que me llevara, su herencia se hizo palpable, para ambos fue la despedida más digna que encontramos. Lo traje con honor, lo paseé con orgullo en mi viaje por Suramérica".