En el período del Frente Nacional (1958-1974) el Estado modernizó parcialmente sus instituciones. El impulso modernizador significó el surgimiento de nuevos actores sociales y políticos, como el movimiento estudiantil, y el fortalecimiento de otros preexistentes como el campesinado y los trabajadores agrarios. Sin embargo, las reformas no encontraron el espacio propicio, no tuvieron continuidad entre uno y otro gobierno y enfrentaron los vetos de algunos sectores de las élites regionales.
El reparto de poder entre los jerarcas liberales y conservadores, aunque acabó con la violencia entre estos partidos, terminó siendo asfixiante para un país que cambiaba aceleradamente y cuyas demandas y aspiraciones no cabían en los estrechos límites del pacto. El pacto del Frente Nacional fue un acuerdo pacificador que dio fin a La Violencia, pero en su seno se engendró un nuevo ciclo de guerra.