Dos meses después de la marcha del silencio, el 9 de abril de 1948, Gaitán cayó asesinado en la carrera séptima con Avenida Jiménez. En una calle donde no hay, después de 75 años, el memorial que exige su estatura histórica. Su muerte retumbó por todo el país, de las cordilleras al llano y de la selva a las costas. Bogotá se levantó, pero no fue el único caso. La Comisión de la Verdad ha encontrado que en muchas regiones no se habla del bogotazo sino del «colombianazo». El asesinato del caudillo representa en la memoria de las víctimas una de las grandes frustraciones políticas y una manera de «no dejar llegar al poder» para quienes encarnan intereses populares.