El proceso de paz con las FARC-EP se convirtió en el principal tema de debate en la política colombiana. Apoyar o no los diálogos de La Habana se convirtió en el clivaje entre las diferentes opciones políticas. El santismo y el uribismo encabezaban los bandos en los que se dividía la opinión pública.
La oposición a los diálogos de paz le permitió al uribismo mantenerse vigente políticamente. Este sector construyó el concepto de castrochavismo como una estrategia propagandística anclada en la impopularidad de las figuras de Hugo Chávez y Fidel Castro que daba vida al miedo atávico al “comunismo”, en un momento en el que este sistema ya no existe. Así, el apelativo de «castrochavista» abarcaba a las guerrillas, a gobiernos extranjeros, a fuerzas políticas progresistas y al propio presidente Santos. En últimas, a la coalición propaz.
En parte de la sociedad se instaló la idea de que los diálogos de La Habana eran un escenario en el que se le estaban haciendo concesiones a las FARC-EP y en el que se le estaba entregando el país al «castrochavismo». La sociedad colombiana, que había sido convocada a cerrar filas contra la violencia al final del gobierno de Pastrana y a luchar contra el terrorismo para alcanzar la seguridad en el gobierno de Uribe, se veía ahora dividida en torno al apoyo o no apoyo al proceso de paz de La Habana, en medio de un gobierno que no lograba consolidar una narrativa clara que involucrara a los colombianos.